miércoles, 16 de febrero de 2011

Rubén Darío

Rubén Darío fue el iniciador y máximo representante del Modernismo hispanoamericano. Con una facilidad para el ritmo y la rima creció Rubén en medio de turbulentos desacuerdos familiares y dibujando con palabras sueños exóticos y asombrosas tempestades. Pero ya en su época los tópicos románticos empiezan a desgastarse y se ofrecía a la imaginación de los poetas como si no sirviera para nada. Rubén estaba llamado a revolucionar rítmicamente el verso castellano, pero también a poblar el mundo literario de nuevas fantasías.
Durante sus primeros años estudió con los jesuitas, a los que dedicó algún poema aludiendo sus sotanas, pero en esa etapa de juventud no solo cultivó la ironía, sino que inspirado por las poesías de Bécquer y por Victor Hugo su vocación fue de eterno enamorado. 
Rubén expresa sin rodeos sus ambiciones burguesas. Publica en Chile, a partir de octubre de 1886, Abrojos, poemas que refleja su triste estado de poeta pobre e incomprendido, y ni si quiera un fugaz amor vivido con Afrodita consigue compensar su dolor. Para un concurso literario escribe Otoñales, que obtiene un octavo lugar entre los cuarenta y siete originales presentados, y Canto épico a las glorias de Chile, por el que se le otorga el primer premio y le pagan trescientos pesos. Pero es en 1888 cuando la auténtica valía de Rubén Darío se da a conocer con la publicación de Azul.
El poeta desembarcó en La Coruña el 1 de agosto de 1892 anticipándose a una popularidad que le permitirá establecer relaciones con las principales figuras de la política y la literatura españolas, pero su felicidad se acaba con la muerte súbita de su esposa, lo que lo lleva a caer en el alcohol...
Al recuperarse de ese bache, se inicia para él una etapa de viajes entusiastas a Italia, Inglaterra, Bélgica, Barcelona, Mallorca... y es entonces cuando escribe sus libros más valiosos: Cantos de vida y esperanza (1905), El canto errante (1907), El poema de otoño (1910), El oro de Mallorca (1913)... Pero debe viajar a Mallorca para restaurar su deteriorada salud. El muchacho que quería alcanzar una buena posición social no obtuvo más que el dinero y la respetabilidad suficientes como para vivir con modestia, y de ello da fe uno de sus episodios de 1908, relacionado con el escritor español Alejandro Sawa, quien años antes le había servido de guía en París para conocer a Verlaine.
Su poesía, tan bella como culta, musical y sonora, influyó en centenares de escritores de ambos lados del océano Atlántico. Darío fue uno de los grandes renovadores del lenguaje poético en las Letras Hispánicas. Los elementos básicos de su poesía los podemos encontrar en los prólogos de Prosas profanas, Cantos de vida y esperanza y El canto errante. Entre ellos es fundamental la búsqueda de la belleza que Rubén encuentra oculta en la realidad. Para Rubén, el poeta tiene la misión de hacer accesible al resto de los hombres el lado maravilloso de la realidad. Para descubrir este lado maravilloso, el poeta cuenta con la metáfora y el símbolo como herramientas principales. Directamente relacionado con esto está el rechazo ed la estética realista y la escapada a escenarios fantásticos, alejados, de manera espacial y temporal, de su realidad.
Rubén Darío es un genio lírico que maneja el idioma con elegancia y cuidado, lo renueva con vocablos brillantes y se atreve a realizar con él combinaciones fonéticas como la del verso: "bajo el ala aleve de un leve abanico".

 


Rubén Darío

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